Partamos por definirlo: “Handicap en golf es una medida numérica de la capacidad potencial de un golfista. En el Stroke Play, se usa para calcular una puntuación neta a partir del número de golpes jugados durante una competencia, lo que permite a los jugadores de diferentes habilidades, jugar unos contra otros en igualdad de condiciones.”
Dicho lo anterior, tener un handicap distinto al real –ya sea más abultado o por debajo del real- es mentirle abiertamente a sus partners de todos los fines de semana.
Hay un grupo que está convencido que aumentarse el handicap le traerá muchos beneficios, ya sea ganar competencia, obtener premios como zapatos, pelotas, ropa, palos, cremas, viajes, entre otros, y que vale la pena mentir por eso. Sin embargo, no ven que todos a su alrededor se dan cuenta de esto y los empiezan a aislar. Es tanto así, que hay muchos grupos de amigos que tienen sus propios hándicaps. Si no, a los pistoleros no los dejan jugar.
Otro grupo quiere fervientemente jugar competencias oficiales, y como no les alcanza, pasan tarjetas con scores que nunca han hecho. Con eso, solo logran quitarle el cupo a un juvenil o pre juvenil que juega bien, que está mejorando y que no pudo jugar; o le amargan el día a un buen jugador de su trío, que tiene el handicap correcto y que tuvo que aguantar a un 7 de fantasía que hizo 98.
La pregunta es ¿Para qué? o si ¿Realmente vale la pena?, ya que en ambos casos estos personajes son absolutamente reconocidos. Todos sabemos quiénes se arreglan los handicaps, ¡Si, son los que siempre se ganan los netos!
Aquí, los Comité de Golf de los clubes tienen todas las atribuciones para modificarlos si no conversan con la realidad, por lo que es muy importante que asuman esa responsabilidad de proteger a todos quienes pasamos las tarjetas correctamente.
Yo, por ejemplo, ya no juego ninguna competencia donde auspician cremas. No tengo posibilidades de ganar, los premios no son ni tan buenos, y por esa misma plata, o menos, voy a la farmacia y me compro la mía.
Desirée Soulodre